Y al que venga por el brillo, dejo que se humille solo.
Bruno Viruete
Y al que venga por el brillo, dejo que se humille solo.
PALMA
julio 12, 2025 - agosto 09, 2025

El oro ha sido para diversas culturas alrededor del mundo un elemento que captura la esencia solar. Sus cualidades reflectantes, acompañado de su escasez y dificultad para encontrarlo, han hecho del metal la insignia de la diferencia, del lujo que acerca a sus poseedores al astro. En la sociedad hipercapitalista actual, la reproducibilidad y falsificación técnica del elemento áureo, ha sido crucial para promover y diversificar el mercado de la elegancia y la clase. Sin importar el nivel económico, todo producto ofrece su versión dorada.

La técnica de la hoja de oro es la sistematización ritual para extender el metal y su entidad celestial en las superficies. De unos cuantos gramos de oro, el batidor, golpe a golpe, adelgaza el metal hasta hacerlo menor del ancho de un cabello humano. El mazo, achatado por los miles de golpes que da al día, es el testimonio de la contundencia del proceso que el artesano ha ido perfeccionando generación a generación. La ceremonia repetitiva del batidor es la que ahora Bruno Viruete asume al extender cuidadosamente el orito de las cervezas y los chocolates que momentáneamente lo unen a un Sol mecánico, efímero y desechable.

Las obras aquí presentes interpelan a la fascinación por el brillo y lo ostentoso, pero lo hacen desde la fragilidad. El uso de estos materiales, sustitutos industriales de la antigua hoja de oro, ponen en evidencia la manera en que los símbolos de riqueza han sido democratizados y, al mismo tiempo,...

El oro ha sido para diversas culturas alrededor del mundo un elemento que captura la esencia solar. Sus cualidades reflectantes, acompañado de su escasez y dificultad para encontrarlo, han hecho del metal la insignia de la diferencia, del lujo que acerca a sus poseedores al astro. En la sociedad hipercapitalista actual, la reproducibilidad y falsificación técnica del elemento áureo, ha sido crucial para promover y diversificar el mercado de la elegancia y la clase. Sin importar el nivel económico, todo producto ofrece su versión dorada.

La técnica de la hoja de oro es la sistematización ritual para extender el metal y su entidad celestial en las superficies. De unos cuantos gramos de oro, el batidor, golpe a golpe, adelgaza el metal hasta hacerlo menor del ancho de un cabello humano. El mazo, achatado por los miles de golpes que da al día, es el testimonio de la contundencia del proceso que el artesano ha ido perfeccionando generación a generación. La ceremonia repetitiva del batidor es la que ahora Bruno Viruete asume al extender cuidadosamente el orito de las cervezas y los chocolates que momentáneamente lo unen a un Sol mecánico, efímero y desechable.

Las obras aquí presentes interpelan a la fascinación por el brillo y lo ostentoso, pero lo hacen desde la fragilidad. El uso de estos materiales, sustitutos industriales de la antigua hoja de oro, ponen en evidencia la manera en que los símbolos de riqueza han sido democratizados y, al mismo tiempo, vaciados de su aura. El dorado de estas piezas no es eterno, ni sagrado, es el resultado de un sistema que fabrica apariencias en masa, donde la ilusión de opulencia puede encontrarse en el desperdicio de nuestro antojo.

Bruno Viruete nos muestra un gesto entre arqueológico y vagabundo, uno que sucede entre el aura y lo áureo, en el borde del viento suave y el brillo del material. Lo efímero del oro falso se antepone a la factura detenida y cuidadosa del artista para reutilizar las envolturas doradas sobre objetos que suceden entre el aparador de tienda de lujo y el retablo del claustro. El material es, en ocasiones, expuesto a la luz solar: origen y motivo de su valía, para hacer evidente la fragilidad y falsedad de su naturaleza. Aunque sea oro se rompe, dijo Nezahualcóyotl, pero aunque no sea oro brilla.

Raúl Rueda

2025